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Diseño Estratégico de Producto Digital
El theremin: la primera interfaz intangible
Por definición, una interfaz es un elemento que conecta, encaja o combina siempre a dos (o más) cosas o personas. Diseñar una interfaz significa, por tanto, diseñar ese espacio intermedio que media entre mundos distintos.
Durante décadas, los diseñadores de interacción han soñado con interfaces invisibles, en las que no sea necesario un dispositivo físico como un ratón o un teclado. Hoy nos resultan familiares tecnologías como las pantallas táctiles, los sensores de movimiento o la realidad virtual, que nos invitan a relacionarnos con las máquinas de forma más natural. Lo sorprendente es que este ideal no nació en Silicon Valley, sino en la Rusia de hace más de un siglo, y lo hizo en el terreno de la música.
Lev Serguéievich Termén, conocido en Occidente como Léon Theremin, nació en San Petersburgo en 1896. Fascinado tanto por la ciencia como por la música, dedicó su juventud al violonchelo, la física y la electricidad. En 1919, mientras experimentaba con osciladores electrónicos, dio con un hallazgo inesperado que le llevo a crear un instrumento que respondía directamente al gesto humano en el aire. Lo llamó éterófono, aunque el mundo acabaría conociéndolo simplemente como theremin.
Cómo funciona el theremin
El principio básico en que se basa este aparato es que el cuerpo humano genera distorsiones en el campo electromagnético de una corriente eléctrica. El aparato lleva dos antenas, una para captar modificaciones en el oscilador que genera el tono, y otra para captar las variaciones en el volumen. Inspirándose en los movimientos de los directores de orquesta, el intérprete no toca físicamente el instrumento, sino que son su proximidad y postura de las manos (en el aire) las que generan y definen el sonido del instrumento.

La primera interfaz sin contacto
Sin proponérselo, Theremin había inventado algo más que un instrumento musical. El suyo fue el primer dispositivo en el que el gesto humano interactuaba con una máquina sin necesidad de contacto físico. Lo que entonces parecía casi magia era, en realidad, una interfaz intangible: una forma de traducir movimiento y proximidad en información comprensible para la máquina.
Ese descubrimiento abrió una puerta que aún hoy seguimos explorando. El mismo principio que hacía sonar un theremin se encuentra detrás de los sensores de movimiento, de los sistemas de control gestual en la realidad virtual o incluso de los detectores de proximidad que llevan los teléfonos móviles en el bolsillo. En 2020, al cumplirse un siglo de su invención, la compañía Moog celebró el aniversario con el Claravox Centennial, un theremin de edición especial que unía la estética clásica con las tecnologías digitales más actuales.
Más allá de la música, el theremin es un recordatorio de que las interfaces no tienen por qué ser botones, teclas o pantallas.