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El efecto interfaz

9 Abr, 2021, por Sergio.

Nadie sabe con certeza, como Giges llegó al trono de Lidia (680 a.C), lo cual suscitó un sinfín de relatos y leyendas al respecto. Por aquel entonces, Lidia estaba gobernada por Candaules, un hombre que según Heródoto estaba muy enamorado de su esposa Nyssia.

Mapa del reino de Lidia con la ilustración del sello de Candaules.
Candaules fue el último rey de Lidia de la Dinastía Heráclida.

Platón, en el libro II de La República, menciona que siendo Giges pastor, tras una tormenta encontró un caballo semi-enterrado, y dentro de él un anillo de oro mágico que, al darle la vuelta en su dedo, lo volvía invisible.

El anillo de Giges

Este mito ha tenido gran influencia en la filosofía y en la literatura para ejemplificar que todas las personas somos injustas por naturaleza, y que este comportamiento solo aflora cuando somos “invisibles”.

La inscripción en el Anillo Único en El Señor de los Anillos: «Ash nazg durbatulûk, ash nazg gimbatul, ash nazg thrakatulûk, agh burzum-ishi krimpatul»(. Un Anillo para gobernarlos a todos, Un Anillo para encontrarlos, Un Anillo para traerlos a todos, y atarlos en la oscuridad). Ssolbergj, CC BY-SA 4.0 via Wikimedia Commons.

La versión anterior de Heródoto sobre la historia tiene un matiz más erótico-festivo…

Al parecer Candaules estaba obsesionado con la belleza de su pareja y no paraba de alardear de su hermosura. Giges, uno de sus siervos, no le daba mucho crédito, y para convencerlo, el rey le invitó a verla desnuda a escondidas.

Obviamente este gesto no le hizo mucha gracia a Nyssia, y en venganza contra Candaules, le dio a elegir a Giges entre ser ejecutado o matar al rey y hacerse con el trono. Una decisión difícil para Giges.

Al observar de forma pasiva, Giges se proyecta en la figura de Candaules, generando una personalidad ficticia y sin autonomía, como si viera una película. El candaulismo  es un tipo de voyerismo donde el sujeto obtiene gratificación erótica exponiendo a su pareja ante otras personas.

Pintura de William Etty sobre el mito de Candaules.
Candaules, rey de Lydia, muestra sigilosamente a su esposa a Giges, uno de sus ministros, mientras se acuesta. William Etty (1787-1849).

El cine nos obliga a ponernos el Anillo de Giges, al apagarse las luces nos convertimos en voyeurs del mundo, exponiéndonos a veces a situaciones que no aceptaríamos en el mundo real (terror, violencia, explotación, sexo…).

“Para estar cinematográficamente presente en el mundo, para experimentar el placer de las películas, hay que ser un poco masoquista”

Stanley Cavell

Nos sometemos de forma voluntaria a cierto dolor y humillación, anulando nuestra propia capacidad de actuación sobre la situación. Pero este sometimiento es a la vez un ejercicio de empatía, nos identificamos con los personajes y la historia, y en ocasiones nos sentimos reconocidos. 

No obstante, no lloramos ante la computadora como lloramos en el cine.

Si la pantalla del cine siempre se proyecta hacia nosotros, la pantalla de la computadora siempre se dirige hacia otro lado, como una ventana. En el cine inclinas la cabeza hacia atrás. En la computadora te inclinas hacia adelante.

El cine es un altar. La computadora un rosario.

La computadora es un anti-anillo de Giges donde el escenario está invertido. El portador es libre de deambular a plena vista, mientras el mundo, invisible, se representa siendo otro. El mundo ya no nos indica qué es, nosotros nos indicamos a él, y al hacerlo, el mundo se materializa a nuestra imagen idealizada.

El efecto interfaz

Esta metáfora, de la que he tomado la licencia de darle una vuelta de tuerca, es comentada brevemente por Alexander Galloway en “The Interface Effect”, un libro publicado a principios de 2013, donde el autor hace una exhaustiva reflexión sobre las implicaciones que tienen las interfaces en la definición de nuestro mundo.

Se trata de un libro a caballo entre la antropología y la filosofía, donde Galloway pasa de las viejas concepciones de los medios y las interfaces como objetos, a los efectos de las interfaces que median entre las personas y el mundo que nos rodea (desde las relaciones a los eventos globales, etc.). 

Los medios de comunicación como la radio, el cine y la televisión han cambiado a lo largo de la historia nuestro sentido del espacio, el tiempo y las relaciones sociales, condicionando nuestras experiencias y percepciones. Han pasado de definir el mensaje (Marshall McLuhan, 1960s) a determinar nuestra situación (Friedrich Kittler, 1980s).

Con la llegada de la World Wide Web en la década de 1990s y la proliferación de dispositivos móviles, hemos experimentado transformaciones vertiginosas en la frecuencia, velocidad, escala y calidad de la comunicación humana. La pandemia de la Covid-19, ha catapultado aún más nuestra dependencia de la tecnología para poder comunicarnos, haciéndonos vivir en primera persona un cóctel distópico de relatos de ciencia-ficción.

Para Galloway, el efecto interfaz es aquel donde la computadora pasa de ser un objeto (o un creador de objetos), a un proceso o umbral activo que media entre dos estados. Una interfaz no es un objeto estable proyectado en una pantalla, es una multiplicidad de procesos. «No es una cosa»; es «siempre un efecto», una técnica de mediación o interacción.

Las computadoras definen horizontes de posibilidad.

Capas y reducción de dispositivos

Estamos acostumbrados a pensar en una interfaz como una superficie fácil de usar que oculta las profundidades del código; para Galloway, sin embargo, sirve como una forma de pensar en términos de «niveles» o «capas» interrelacionados, y para ello presenta algunos ejemplos históricos:

Étienne-Jules Marey (1830-1904), fue un fisiólogo francés considerado como uno de los pioneros de la fotografía y el cine, inventor de varias herramientas de medición científica y técnicas de representación de datos. En un momento de su vida se sintió fascinado por los movimientos de las aves, y adoptó una aproximación diferente para capturar una secuencia de movimientos en varias imágenes. La cronofotografía de la época, requería posicionar y sincronizar hasta 12 cámaras diferentes, la tarea era por lo tanto deshacerse de 11 cámaras para realizar la misma tarea. 

Marey ideó en 1882 la escopeta cronofotográfica. Inspirado quizá en el diseño del revolver Colt, que había reducido la necesidad de 6 pistolas a una, se trataba de un instrumento capaz de tomar 12 fotogramas consecutivos por segundo, grabados en la misma imagen. Una instantánea de 12 momentos diferentes.

Ilustración de la pistola cronofotográfica y una foto de una secuencia de un pelícano volador.
Ilustración de la pistola cronofotográfica de la revista La Nature n. 464, 22 de abril de 1882, pág. 326 y una foto de un pelícano volador tomada por Étienne-Jules Marey (1882).

La televisión hizo algo similar con el cine, quizá inspirándose en la radio, uniendo varias narrativas de imagen en un solo canal, y luego más tarde permitiendo la convivencia de varias narrativas de forma simultánea, mediante varios canales. Ahora los canales de transmisión son casi infinitos.

Las computadoras representan el último eslabón en la reducción de dispositivos, no solo han dejado obsoletas un sinfín de herramientas analógicas, sino que además han reducido todas las dimensiones a cero. Nada ocupa espacio y todo pasa a la vez. La pistola definitiva.

Software e ideología

Galloway teje elegantemente las conexiones entre las interfaces que analiza y los aparatos ideológicos que funcionan dentro de ellas.

Una ideología no es algo que pueda resolverse como un rompecabezas o curarse como una enfermedad. La ideología se entiende mejor como una problemática, es decir, los problemas teóricos surgen, se generan y sustentan precisamente como problemas en sí mismos. Y no hay nada que le resulte más atractivo al software, que resolver sus propios problemas mediante software.

“El software es un análogo funcional a la ideología”

Wendy Hui Lying Chun

En software, la ofuscación de código u «ocultación de información» se emplea para hacer que el código sea más modular y abstracto y, por lo tanto, más fácil de mantener. El código nunca se ve como es. En su lugar, el código debe compilarse, interpretarse y analizarse y ocultarse por globos de código aún más grandes.

Pero a pesar de su ofuscación, podría decirse que el código se ha vuelto tan importante como el lenguaje natural, ya que permite ejecutar comandos que la máquina puede interpretar, y sucedan cosas. 

El código que se ejecuta en una máquina es performativo en un sentido mucho más fuerte que el lenguaje natural. Cuando un juez dice» declaro abierta esta sesión» o «los declaro unidos en matrimonio», estas frases pueden tener como resultado cambios en la conducta de las personas, pero la fuerza performativa del lenguaje está condicionada por complejas cadenas de mediación e interpretación. Por el contrario, el código ejecuta cambios en el comportamiento de la máquina, y a través de la red puede iniciar otros cambios que afecten a nuestra realidad. Pedir comida a domicilio desde la palma de nuestra mano, o pagar mediante un gesto de nuestra muñeca, viene a ser algo así como un conjuro.

“Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.”

Arthur C. Clarke

En resumen, se trata de un libro más que recomendable si os apetece una lectura para tomar un poco de distancia y perspectiva crítica, sobre la tecnología que nos rodea.

 

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