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Antropología de la Interfaz

24 Oct, 2011, por Sergio.

“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Frivolizando la máxima de José Ortega y Gaset, una interfaz es una pequeña circunstancia, un espacio bidimensional en el cual nos proyectamos y por el que nos hemos de mover. Un entorno que al igual que nuestra cultura, residencia habitual y entorno social, condiciona nuestro espíritu.

Me vienen a la cabeza todas estas tonterías, ya que últimamente estoy volviendo a leer algún pasaje de “Antropología del paisaje. Climas, culturas y religiones”, un libro de Tetsuro Watsuji que descubrí hace cuatro años gracias a un post de Juanjo Seixas.

En este ensayo, Watsuji hace una categorización de la naturaleza humana según su entorno climático.

Según Watsuji, hay determinadas características climáticas que determinan el ser y nuestra relación con la naturaleza: aceptación y sumisión en las zonas monzónicas, donde las fuerzas naturales son tan violentas —y a la vez, vivificantes— que hacen imposible cualquier tipo de oposición; o lucha en las zonas desérticas, donde, para vivir, el hombre ha de combatir y enfrentarse a la amenaza de otros hombres para sobrevivir; o dominio sobre la naturaleza, como en las zonas intermedias en las que vivimos.

Curiosamente, este tipo de actitudes son las mismas que encontramos en muchos usuarios respecto a las interfaces, de hecho nuestra labor no es otra que transformar la aceptación, sumisión y/o lucha del usuario en dominio.

Como diseñadores de interacción, tenemos la gran suerte de trabajar con un entorno acostumbra a ser flexible y maleable. Pero no siempre es así, a menudo hay “accidentes geográficos” imposibles de salvar que condicionan nuestro trabajo: llámese condicionantes tecnológicos, llámese organizaciones sociales, llámese falta de requisitos e información previa.

Es de ilusos, pensar que el diseñador de interacción o el experto en usabilidad, va a conseguir remodelar siempre cual dios, todo el paisaje de un sitio web o una aplicación. El margen de acción no siempre es total y el mundo no se puede salvar con 4 post-its.

A veces no nos queda más remedio que hacer la vida del usuario más llevadera con curas paliativas, a modo de ayudas contextuales o fragmentando procesos. Otras podemos actuar como osteópatas, corrigiendo los desvíos y las males posturales de la interfaz, aún a sabiendas de que en breve volverá a recuperar malos hábitos en cuanto abandonemos el proyecto.

En cualquier caso, sin tomar muy en serio mis divagaciones, os recomiendo el libro de Watsuji, os dará mucha información inspiradora sobre la naturaleza humana y las imperturbales circunstancias que nos rodean.

 

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